Vidas ejemplares
Auschwitz como deber
La mitad de los jóvenes europeos ya no saben bien qué fue aquello

Mañana se cumplen 75 años de la liberación por los soviéticos de los campos de trabajo esclavo y exterminio de Auschwitz-Birkenau, al sur de Polonia, en los suburbios de la ciudad industrial de Oswiecim. Los soldados rusos se encontraron con un lugar extraño y ... siniestro, semi vacío, con algunas instalaciones recién demolidas. Había inexplicables pilas de ceniza -humana- y almacenes atestados de pertenencias personales (zapatos, gafas, ropa, bolsos...). Por los barracones deambulaban con ojos mortecinos 7.650 presos esqueléticos, muy enfermos, deshumanizados por los malos tratos y la visión cotidiana del horror. Los SS los habían abandonado allí para agonizar mientras se llevaban a otros 60.000 presos hacia el Oeste, en lo que se convirtió en una «marcha de la muerte» donde se quedaron uno de cada cuatro. Auschwitz era una red de producción industrial con 39 centros satélite al servicio de importantes empresas alemanas (Agfa, BASF, Pelikan, Bayer...). Allí fueron asesinadas metódicamente entre 1,1 y 1,5 millones de personas, el 90% judíos; también polacos, gitanos, homosexuales.... El mal absoluto. El mayor genocidio de la historia, perpetrado en un espantoso siglo XX que también trajo las matanzas de Stalin e Hiroshima. El crimen fue obra de una de las naciones más cultas y ordenadas del mundo. La de Beethoven y Bach; la de Kant y Hegel; la de Schiller y Goethe. ¿Cómo pudo degenerar así? Revanchismo nacionalista, exaltación del yo identitario, que derivó en racismo, xenofobia y, al final, en crimen. Ojos voluntariamente cerrados. «Mejor no saber», al fin y al cabo el hombre fuerte ha traído «orden y prosperidad». La escalada fue gradual, aunque en fecha tan temprana como 1919, Hitler ya preconizaba la expulsión de los judíos. Después llegaron las Leyes de Nuremberg de 1935, que prohibían a los hebreos relacionarse con el pueblo ario. Comenzó la segregación, a la que siguieron los guetos. Con la guerra, las deportaciones, y finalmente, el exterminio sistemático.
Auschwitz I, fundando en junio de 1940 para presos polacos, se convertiría en el centro rector y campo de trabajo. Auschwitz II, Birkenau, se abrió en octubre de 1941 para el exterminio con las cámaras de gas. Buna-Monowitz, Auschwitz III, comenzó en mayo de 1942 y combinaba labor esclava y matanzas. El método era sencillo. Los judíos llegaban en vagones de ganado, tras cuatro o cinco días encerrados sin nada. Tras apearse del tren tenía lugar la «selektion». Los fuertes eran apartados para la labor esclava. Los viejos, los niños y los débiles eran enviados directamente a «las duchas», las cámaras de gas, donde los asfixiaban con cristales de Zyklon B, un matarratas. Los que pasaban el primer corte también solían acabar muriendo, por hambre y enfermedades, o extenuados por el trabajo forzado.
Hoy 120 supervivientes acudirán a los campos helados de Oswiecim para implorar que no haya olvido. Según las encuestas, la mitad de los jóvenes europeos ya no saben bien qué fue Auschwitz. Recordarlo es un deber. Ningún pueblo está a salvo de envenenarse de odio. Y el primer paso es siempre deshumanizar al adversario.
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